El primer párrafo, dice a lo que se dedicaban los habitantes de Mongolia: A la caza y al pastoreo. También dice, que eran tribus nómadas que para alimentar a su ganado, recorrían las extensas praderas y las interminables llanuras de este territorio.
La vida de los mongoles requería una vivienda adecuada para protegerse de las bajísimas temperaturas. Esta vivienda debía ser fácil de montar y de desmontar en poco tiempo, además de poder transportarse con facilidad a lomos de un caballo o de un camello. Todas estas condiciones son las que cumple la yurta, la tienda circular que este pueblo instalaba en sus constantes desplazamientos y que todavía hoy se sigue construyendo no solo en Mongolia, sino también en muchos otros países del mundo.
El tamaño de la vivienda dependía de como fuera de grande la familia. Las más pequeñas medían unos 6 metros de diámetro y las más grandes llegaban a los 40. El interior estaba dividido, por medio de cortinas, en diferentes zonas y, en el centro, coincidiendo con una abertura en lo alto de la tienda, se encendía la hoguera, que servía para cocinar y también para dar luz y calor.
Aunque los materiales empleados en la yurta han ido variando a lo largo del tiempo, tradicionalmente se han utilizado la madera, para la estructura, y las pieles de animales y tejidos de lana, para recubrirla.
La palabra yurta, en la lengua de los mongoles, significa: Trozo de tierra donde se vive. Y es sinónima de la palabra ger, nombre que prefieren los mongoles, y cuyo significado en ese idioma es: Casa.

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Hueso externo del antebrazo, situado por fuera del cúbito con el borde cortante del hueso hacia dentro, la extremidad más voluminosa hacia abajo y con las correderas de esta extremidad hacia atrás.
En este hueso se deben identificar las siguientes partes y detalles:
Cara anterior: se extiende desde la tuberosidad bicipital hasta la extremidad inferior del hueso.
Cara posterior: es redonda por arriba y excavada hacia su parte media.
Cara externa: es convexa y redondeada.
Borde anterior: se extiende desde la tuberosidad bicipital hasta la base de la apófisis estiloides del radio.
Borde posterior: acentuado en su parte media.
Borde interno o interóseo: delgado y cortante. Se bifurca en la extremidad inferior del hueso.
Epífisis proximal o superior: Cabeza del radio: cúpula del radio, para la articulación con el cóndilo del húmero; superficie articular en el contorno de la cabeza para la cavidad sigmoidea menor del cúbito.
Cuello: su forma es cilíndrica. Tuberosidad bicipital: en la parte ántero-interna del hueso.
Epífisis distal o inferior: Cara inferior: es articular, dividida por una cresta antero-posterior en dos partes: externa, triangular y en relación con el escafoides, e interna, cuadrilátera y en relación con el semilunar.
Cara anterior: Es la continuación hacia abajo de la cara anterior del cuerpo.
Cara posterior: canal externo para el tendón del músculo extensor largo del pulgar, canal interno para los tendones del extensor propio del índice y extensor común de los dedos.
Cara externa: se continúa con una apófisis estiloides.
Canal externo para el paso de los tendones del separador largo del pulgar y extensor corto, canal interno para los tendones de los músculos radiales.
Cara interna: Es triangular y cóncava de delante a atrás. La porción inferior es articular (cavidad sigmoidea del radio).
Todas las mañanas, un abuelo de casi cien años que se llamaba Nassan, se muy temprano para contemplar el alba. Consideraba un regalo poder contemplar este pequeño ritual todos los días.
De hecho, estaba convencido de que su larga vida se debía a la sana costumbre de madrugar.
Nassan vivía en una sencilla tienda de tela y pasaba casi todo el tiempo con su ganado.
Un día el anciano montó en su caballo y salió a buscar a su rebaño de ovejas. Llevaba un rato cabalgando cuando se encontró con un chico sentado en el suelo cabizbajo. Al llegar a su lado, Nassan le preguntó: -¿Te ocurre algo muchacho?
El chico levantó la cabeza y el abuelo vio su mirada triste, y respondió:
- ¿A mi? no, nada...
- A ver, cuéntamelo, las penas compartidas son menos pesadas.
- ¿Tu crees?¿Cómo lo sabes?- Respondió el muchacho.
Por la experiencia que me han dado los años. - Dijo Nissan.
Pues yo, por no tener no tengo ni experiencia. - Se quejó el chico-. No tengo nada.
¿Cuántos años tienes?- Preguntó Nissan.
Doce años - Respondió el muchacho-. Me llamo Bat.
- Pues ya tienes la experiencia de doce años Bat.
- Para lo que me sirve...
- ¿Por qué hablas así?- Preguntó Nissan.
- Mi vida es un desastre, no tengo ni un sitio donde vivir.
- Lo siento mucho - Dijo Nissan- Pero tienes toda la vida por delante, y no deberías ver las cosas así.
- ¿Y cómo quieres que lo vea? ¡Estoy solo no tengo nada!
- Yo en cambio, veo que posees muchos tesoros.
- ¿Me tomas el pelo? -Exclamó Bat enfadado.
- No, te vuelvo a repetir que tienes muchos tesoros y muy valiosos
- A ver, ¿Cuáles son esos tesoros?
- Escucha Bat, te propongo un trueque. - Dijo Nassan.
- ¿Un trueque? - Exclamó el chicho asombrado. ¡Si no tengo nada para cambiar!
Entonces Nassan le dijo muy serio: Dame uno de tus ojos y te daré mi rebaño de ovejas.
- ¡Qué dices! No cambiaria uno de mis ojos por nada del mundo.
- Muy bien, aceptó Nassan. - Entonces dame uno de tus brazos y yo te daré mi manada de caballos y de camellos. ¡No! - Gritó el chico
- Como quieras. Hablemos de una de tus piernas. Te ofrezco por ella mi tienda y todas las riquezas de dentro. - ¡No! Volvió a gritar el chico.
Nassan se echó a reír.
- ¿De que te ríes? - Preguntó Bat.
Fíjate - Comentó el anciano.
Me dices que no tienes nada de valor... Pero cuando yo me ofrezco a comprarte algo que es tuyo, te niegas en redondo. ¿No te das cuenta? Es mas valioso lo que tienes tú que todas mis posesiones.
Tienes salud y juventud.
¡Tú eres en ti mismo el mayor tesoro!
Bat abrió mucho los ojos al comprenderlo.
- Tienes razón. He sido un necio, me siento avergonzado.
- No tienes por qué estar avergonzado, solo necesitabas que alguien te hiciera abrir los ojos.
- Y tu lo has hecho, te lo agradezco.
- No me des las gracias, - interrumpió Nassan. Pero, ¿Seguro de que no quieres venderme uno de tus ojos?
- ¿Cómo? - Dijo Bat confundido.
¡Ahora si que te estoy tomando el pelo! - Dijo el anciano riéndose a carcajadas.
- Venga, ayúdame a juntar el rebaño de ovejas y después comemos.
- ¡Hay mucho trabajo por delante!
Y montándose en su caballo, Nassan alargó la mano para ayudar a Bat a subir a la grupa los dos se alejaron cabalgando por la vasta estepa de Mongolia.