Todas las mañanas, un abuelo de casi cien años que se llamaba Nassan, se muy temprano para contemplar el alba. Consideraba un regalo poder contemplar este pequeño ritual todos los días.
De hecho, estaba convencido de que su larga vida se debía a la sana costumbre de madrugar.
Nassan vivía en una sencilla tienda de tela y pasaba casi todo el tiempo con su ganado.
Un día el anciano montó en su caballo y salió a buscar a su rebaño de ovejas. Llevaba un rato cabalgando cuando se encontró con un chico sentado en el suelo cabizbajo. Al llegar a su lado, Nassan le preguntó: -¿Te ocurre algo muchacho?
El chico levantó la cabeza y el abuelo vio su mirada triste, y respondió:
- ¿A mi? no, nada...
- A ver, cuéntamelo, las penas compartidas son menos pesadas.
- ¿Tu crees?¿Cómo lo sabes?- Respondió el muchacho.
Por la experiencia que me han dado los años. - Dijo Nissan.
Pues yo, por no tener no tengo ni experiencia. - Se quejó el chico-. No tengo nada.
¿Cuántos años tienes?- Preguntó Nissan.
Doce años - Respondió el muchacho-. Me llamo Bat.
- Pues ya tienes la experiencia de doce años Bat.
- Para lo que me sirve...
- ¿Por qué hablas así?- Preguntó Nissan.
- Mi vida es un desastre, no tengo ni un sitio donde vivir.
- Lo siento mucho - Dijo Nissan- Pero tienes toda la vida por delante, y no deberías ver las cosas así.
- ¿Y cómo quieres que lo vea? ¡Estoy solo no tengo nada!
- Yo en cambio, veo que posees muchos tesoros.
- ¿Me tomas el pelo? -Exclamó Bat enfadado.
- No, te vuelvo a repetir que tienes muchos tesoros y muy valiosos
- A ver, ¿Cuáles son esos tesoros?
- Escucha Bat, te propongo un trueque. - Dijo Nassan.
- ¿Un trueque? - Exclamó el chicho asombrado. ¡Si no tengo nada para cambiar!
Entonces Nassan le dijo muy serio: Dame uno de tus ojos y te daré mi rebaño de ovejas.
- ¡Qué dices! No cambiaria uno de mis ojos por nada del mundo.
- Muy bien, aceptó Nassan. - Entonces dame uno de tus brazos y yo te daré mi manada de caballos y de camellos. ¡No! - Gritó el chico
- Como quieras. Hablemos de una de tus piernas. Te ofrezco por ella mi tienda y todas las riquezas de dentro. - ¡No! Volvió a gritar el chico.
Nassan se echó a reír.
- ¿De que te ríes? - Preguntó Bat.
Fíjate - Comentó el anciano.
Me dices que no tienes nada de valor... Pero cuando yo me ofrezco a comprarte algo que es tuyo, te niegas en redondo. ¿No te das cuenta? Es mas valioso lo que tienes tú que todas mis posesiones.
Tienes salud y juventud.
¡Tú eres en ti mismo el mayor tesoro!
Bat abrió mucho los ojos al comprenderlo.
- Tienes razón. He sido un necio, me siento avergonzado.
- No tienes por qué estar avergonzado, solo necesitabas que alguien te hiciera abrir los ojos.
- Y tu lo has hecho, te lo agradezco.
- No me des las gracias, - interrumpió Nassan. Pero, ¿Seguro de que no quieres venderme uno de tus ojos?
- ¿Cómo? - Dijo Bat confundido.
¡Ahora si que te estoy tomando el pelo! - Dijo el anciano riéndose a carcajadas.
- Venga, ayúdame a juntar el rebaño de ovejas y después comemos.
- ¡Hay mucho trabajo por delante!
Y montándose en su caballo, Nassan alargó la mano para ayudar a Bat a subir a la grupa los dos se alejaron cabalgando por la vasta estepa de Mongolia.
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