Érase una vez, en un pequeño país, dónde todos los habitantes que habían eran reyes, sus esposas, reinas, los niños príncipes y las niñas princesas, pero cómo todos los habitantes eran reyes, a todos les faltaba un súbdito.
Había una tienda de muebles dónde se vendían sillas y camas imperiales.
Y también otra tienda donde la gente compraba capas de armiño.
Como toda la gente quería su propia corona, había una tienda que se llamaba coronería.
Entonces, un caballero pasó, y le preguntó a un niño, bueno, mejor dicho un príncipe:
- Oye, ¿sabes dónde?
- ¡Llámame majestad! -replicó el príncipe.
Unos segundos después, le preguntó el príncipe a el caballero: Eh, ¿Y tú cómo has llegado hasta aquí?- Me he perdido.
- Contestó el caballero. Cuando, mucha gente le perseguía todos diciendo que fuera su súbdito. Todas las personas peleaban por él.
Mientras nadie se daba cuenta, el súbdito se fue con su caballo, y todas las personas dejaron de discutir y siguieron persiguiéndolo y el caballero vio pequeños puntos hacia el horizonte.
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