Autor: Emma Wolf
Resumen: Cuando el doctor Caralino hace las compras en el supermercado del barrio, siempre lleva con él a su gato Leopoldo. No quiere solo en casa porque es un gato joven y, según Carlino, bastante atonlondrado. Así es que lo sienta en el carrito y juntos recorren el comercio. El gato (Leopoldo) tiene la costumbre de coger todo lo que le gusta. Cuando el doctor llega a la caja, se encuentra con el carro lleno de latas de sardinas, frascos de anchoas, despojos de pollo, queso para untar, salchichones y copos de cereales para tomar leche. Como al doctor Carlino le da vergüenza devolver todo eso, paga sin una escena al gato y jura no volver a llevarlo nunca más al supermercado. Pero siempre lo lleva. Desde hace dos o tres semanas, Leopoldo ha dejado de coger todas esas cosas. El doctor Carlino observa con inquietud la nueva conducta de su gato.
Y ayer..., ¿qué pasó ayer?
Ayer el gato de Carlino lo volvió a sorprender enfrente de una estantería llena de latas de paté. ¡De nuevo!, pero Carlino no se lo compró porque le dijo a su gato que ya tenían mucha comida fresca y que las latas de atún eran muy caras.
Carlino siguió adelante de la tienda sin comprarle nada a Leopoldo y salió por fin.Carlino al cruzar los aparcamientos se dió cuenta que Leopoldo había cogido unas de las latas de paté sin pasarla por la caja, que eso significa que Leopoldo había robado una lata de paté, después de eso Carlino se llebo un gran disgusto con su gado. Hasta que del disgusto que llevaba se imaginó descubierto por los vigilantes del supermercado, tratando de explicar lo que había hecho su gato, y eso sí muy, pero que muy asustado. También pensó que tenía que mudarse de barrio, porque sus vecinos persarían que era un delincuente.
De nuevo, cargó al gato, la lata, las bolsas y otra vez entró en el supermercado. Nervioso, pidió hablar con el gerente. Le explicó al hombre lo sucedido: evidentemente, aprovechando un descuido suyo, Leopoldo se había apoderado de la lata con la intención de que cuando llegara a casa la iba abrir para comersela. Con ese gato no ganaba para rabietas. Además, era el mismo problema de siempre: su gato tenía una barriga sin fondo para las golosinas. Tras pasar vario rato, Carlino le dijo a su gato que le devolviera la lata a su dueño.
El gerente escuchaba a Carlino y miraba al gato. Pero el gato estaba aferrado a la lata. Por mucho que Carlino intentara quitarsela, no había forma de quitársela. De pronto, Carlino observó que en la etiqueta estaba estampada la foto de una gatita blanca, persa de ojos verdes. Después de ver la etiqueta, el doctor Carlino estaba desconcertado de la situación.
El señor gerente bostezó...
El doctor Carlino se acercó a la caja cinco. La cajera cobró el paté y comentó:
- Los gatos crecen, doctor Carlino. Un minuto después, Carlino respiraba el aire puro del exterior. Leopoldo, abrazó a la lata, se llevó por delante un macetero. El doctor estaba algo emocionado. Miró a su gato. Suspiró. Nuevas preocupaciones lo esperaban: aventuras nocturnas de Leopoldo, peleas en el tejado con otros gatos, los peligros de la calle, Leopoldo que desaparece cuatro días y vuelve a casa sucio y afónico... Y tambíen ¿encontraría Leopoldo una gatita como esa? ¿Se enamoraría ella de él? ¿Por qué no? Después de todo, era un lindo gato el suyo. Y mayor.
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