Érase una vez, un hombre que se llamaba Juanito Pierdedía, decidió ir a Roma para tocarle la nariz al rey. Sus amigos no le aconsejaban que fuera diciendo: -Mira que es algo peligroso. Si el rey se enfada, perderás la nariz y ¡Toda la cabeza!
Pero Juanito, era muy tozudo y mientras preparaba la maleta, para entrenarse, decidió ir a visitar al alcalde y al mariscal, y era tan habilidoso, que les tocó la nariz sin que se dieran cuenta.
-No es demasiado difícil, -pensó Juanito.
Al llegar a la ciudad, preguntó dónde vivía el gobernador, el presidente y el juez y fue a tocarles la nariz. Todos, se quedaron asombrados porque creían que Juanito era una persona educada, y sabía hablar de todos los temas. Hasta el presidente se enfadó un poco y exclamó:
-Pero, ¿Quieres tomarme el pelo?
-¡De ninguna manera!-contestó Juanito.
-Es que usted tenía una mosca en la nariz.
El presidente, miró a su alrededor y no había ninguna mosca.
Mientras, Juanito, se marchó.
Juanito, tenía un bloc donde anotaba todas las narices que tocaba. Todas, eran narices importantes.
Al llegar a Roma, el bloc aumentó, y como ya no cabían más narices, tuvo que comprarse un bloc mas grande.
-Desde hoy, en vez de hacer reverencias, es mejor que me toquen la nariz. Es una costumbre más moderna y refinada.
Al principio, nadie osaba tocar la nariz de rey y entonces, venga tocaditas frotaditas y golpecitos.
Al final, Juanito, tocó la nariz del rey.
Y ese día, se fue de Roma y regresó a su pueblo muy satisfecho
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